miércoles, 10 de noviembre de 2010

PROBLEMATICAS DEL OBJETO Y DE LAS CATEGORIAS LITERARIAS

PROBLEMATICAS DEL OBJETO Y DE LAS CATEGORIAS LITERARIAS


La cuestión
Ante la eclosión de sus objetos, la investigación literaria, (Robin, 1993) se halla en una redefinición de sus alcances. Los estudios sobre la cultura y los estudios culturales desde la literatura, los avances en la conformación de los campos disciplinares de los estudios del discurso o las semióticas, generan en este momento una red de interrelaciones entre diferentes teorías o perspectivas. Asimismo, los métodos transitan entre ellas, luego de la paulatina aceptación de los valores de lo heteróclito en los corpus y de la heterogeneidad de los instrumentos de observación y validación. Las implicancias del pensamiento sobre la posmodernidad, así como la conformación de estudios transdisciplinares en campos como la lingüística o la semiótica o la aceptación de las rupturas del paradigma de la complejidad, muestran una situación epistemológica difícil de evaluar en el campo literario, más si se cae en el reduccionismo de pensar los "estudios literarios" como un bloque monolítico1. A esta situación le sumaríamos la coexistencia de formas hermenéuticas en la crítica, en la cual la valoración estética parece ser el criterio principal para el estudio de las obras.
Puede pensarse en un tránsito de conocimientos en la topografía investigativa de la literatura, señalizado por los nombres de los grandes teóricos (Bajtin, Barthes, Lotman, y otros), en cuyas direcciones se orientan las políticas académicas, hasta cierto punto detenidas en el temor a la especulación crítica, a la irregularidad en la delimitación de perspectivas (o es semiótica o es sociocrítica, nunca las dos, al menos sin su correspondiente justificación de separación de aguas; o las literaturas comparadas, pero no el comparativismo teórico, que a cada enfoque su objeto y no otro.) ante condiciones académicas de aceptabilidad de los conocimientos.
Pero los objetos que hoy son "preocupación" del investigador literario requieren miradas múltiples, con valores múltiples. El trabajo con problemas resultantes de la eclosión del objeto implica aceptar que también se han fragmentado los métodos (Robin, Op. cit) y que las reglas de observación motivan la puesta en crisis de la "lectura homogénea" de las teorías en acuerdo a las cuales se elabora un proyecto de investigación.
Falsabilidad, inadecuación del instrumental, confusión en los procesos analíticos, la exégesis o el biografismo siguen marcando los límites entre el estudio literario y lo que no lo es, y que resultan en parte, de los intentos modernos de "formar una ciencia literaria, una ciencia de las obras" (Shklovski, 1970) y de los esfuerzos formalistas del estructuralismo francés (la narratología estructuralista es considerada hoy un error necesario). Asimismo, el "terror vacui" que provocan muchas teorías postestructurales en los tesistas de grado complican aún el panorama, trasladando preconceptos al imaginario académico, cosa que impide la elección de la investigación literaria como un camino profesional2. Allí hay más líneas demarcatorias que se han difuminado: las que permiten el paso de la didáctica de la investigación (si la hay) a la enseñanza de la práctica investigativa autónoma. ¿Qué es investigar en literatura?, es la preocupación actual en la formación de las carreras de letras.

Lectura y "cientificidad"
Hablar de "pluralismo axiológico" en la investigación de la literatura ofrece una oportunidad de reflexionar sobre la indefinición de sus alcances, sitiando los pilares de la posición epistemológica que da por dilucidado el problema de la "cientificidad" de los estudios literarios. Al ser considerada como una condición de emergencia del conocimiento sobre la literatura, dada su relatividad, tal cientificidad es cuestionada cuando se comprueba que al fin y al cabo, resulta de una lectura si se quiere particular y situada. Nos preguntaríamos si le cabe el sentido clásico de ciencia: al menos como aquella práctica teleológica destinada a producir conocimientos comprobables y transferibles a algún orden de la vida natural o social; práctica regulada por los propios saberes y reglada según epistemes epocales.
Sabemos que una de las propiedades de los conocimientos sobre la literatura es la de crear la ilusión de ser hacer ver como lecturas "objetivas" a lo que no es más que una lectura "literaria" especializada. Las diferentes dimensiones que atraviesa el investigador implican una lectura y una interpretación, ambas partícipes del hecho literario en sí, del cual el investigador no puede estar ajeno ya que su trabajo es lectura e interpretación en segundo grado. Los aparatos conceptuales contribuyen a crear esa ilusión, imprescindible para ofrecer el contexto de enseñanza que da socialidad al saber. Hoy por hoy, la enseñanza de la literatura es deudora de las investigaciones y sus conceptos son transferidos para la vital formación de lectores literarios. El arte de leer se aprende, el arte de enseñar requiere un saber que, dicho sea de paso, alimenta al anterior. Subjetividades y prácticas son evaluadas en función de la objetividad que logremos imprimirle quienes investigamos, contribuyendo a producir, los fenómenos literarios.3
El problema del objeto en los estudios literarios está señalando un campo con características sui generis, en el que las formas de manifestación y transferencia de los saberes aducen de la misma ausencia de rigor, en el sentido positivista del término, que en sus métodos específicos4. Sin embargo, por lo mismo, la apertura de las opciones investigativas permite moldear nuevos instrumentos que posibiliten abordar aquello que ha hecho eclosionar esos objetos. Entonces, estudiar la literatura se ha vuelto un estudiar la cultura, por medio de la observación de los discursos que allí circulan y, al mismo tiempo, la conforman.
El retorno de los métodos empíricos en las semióticas de la cultura, las sociosemióticas y la sociocrítica dan señales de la necesidad de producir un modo de pensar que considere los parámetros de un estudio situado en el presente, en un modelo intervencionista en aquellos objetos que así los permiten: la lectura, las semiosis, la interdiscursividad, la discursividad y las prácticas sociales mediadas por el discurso, entre otros. Expandir la mirada sobre los objetos implica en primer lugar, expandir los alcances de las investigaciones y en segundo lugar, intentar una comprensión de los fenómenos literarios como fenómenos culturales.
La clave parece estar ya no en el dilema del material literario como provocador de interpretaciones de lo real, sino en aquello que se produce como conocimiento sobre el mundo como consecuencia de los efectos provocados por el uso literario de los lenguajes contemporáneos. ¿Cuáles serían las operaciones que nos permiten pensar el pensar la producción del saber en el campo de los estudios de los discursos? ¿Podremos hallar la razón por la cual sería factible un estudio de la literatura por la vía del pluralismo metodológico?
La sociocrítica se enfrenta a la oportunidad de sintetizar los principios de observación de la materialidad textual aprovechándola para observar el dinamismo de la producción de sentido de lo social que los atraviesa. Dice Pierrette Malckuzyinski que el campo sociocrítico de investigación realiza una aproximación a la literatura reinsertándola “en el artefacto sociocultural, y su objeto de estudio, dentro de un conjunto dinámico constituido por diversas prácticas sociales en instancia de circulación.” (1991, pp 18). La semiosis resulta ser el espacio de trabajo del sociocrítico, pero sin dejar de lado que se opera con y sobre textos o modalidades textuales.
Para ello, el pluralismo metodológico del que estamos hablando es una condición sine qua non para la consecución de estudios literarios que no se cierren en el congelamiento textual o en la abstracción de la obra literaria de sus hábitat sociocultural de producción y lectura.

Pluralismo axiológico y comunidades académicas
La metodología es sólo una instancia en los procesos investigativos, que incluyen aquellos que no son en absoluto metodológicos sino antes bien especulativos e intuitivos. Pero la resolución de los interrogantes ofrecidos por el objeto (estallado, fracturado, pero objeto al fin) se logra de igual manera al aceptarse estas instancias que permanecen y se actualizan en todo el proceso, aún en aquellas etapas que consisten en traducir en un lenguaje formalizado los conocimientos. Si bien no deja de ser un problema a resolver, podríamos hallar la factibilidad en la multiplicidad de valores que se entrecruzan y permiten la emergencia de estas perspectivas de observación de "lo literario" a sabiendas de las dificultades para aprehenderlo.
¿Los intentos formalistas y estructuralistas parecieron perder su batalla metodológica? Hoy no les tomaríamos en cuenta muchos de sus enunciados y afirmaciones, sin embargo nos enseñaron a aceptar que el camino positivista (cartesiano) es fácilmente discutible, a la vez que nos impone de nuevo la necesidad de asumir la imposibilidad de definir la literatura sin dejar por ello de elaborar propuestas teóricas, campos conceptuales, categorías. Paradojal en cierto sentido, la literatura torna a su estudio asimismo contradictorio, pero "la paradoja es tal que podemos vivir con ella" (Angenot, 1991, pp.149)
Se sabe que las llamadas ciencias humanas proceden más que por observación, por intentos de comprensión hermenéutica de objetos y relaciones objetuales en las cuales el propio investigador está inmerso. Así lo plantea Mijail Bajtin: "..Pero un sujeto como tal no puede ser percibido ni estudiado como cosa, puesto que siendo sujeto no puede, si sigue siéndolo, permanecer sin voz; por lo tanto su conocimiento solo puede tener carácter dialógico." (1974 y 1982, pp. 385).
El estudio del hombre por el hombre presupone siempre una réplica sobre sí mismo; en contraposición a otras ciencias, los experimentos en estas ciencias humanas que cada vez son más sociales, hallan su razón de ser en los descubrimientos de un plus de sentido producido por la conformación discursiva de nuestros conocimientos. Pensaríamos que investigar literatura sería indagar en nuestros propios recorridos interpretativos: estudiamos lo que leemos y justificamos nuestras lecturas con una exegética, es decir, en un círculo. En ese movimiento que supone entender el proceso cognoscitivo provocado en el texto o la obra literarios hallamos algo más, le damos ese plus al sentido de nuestro estudio, siempre y cuando podamos evaluar (axiológica y axiomáticamente) objetos, fenómenos, problemas, interrogantes puestos de manifiesto en el hecho literario. Cuando hablamos de un plus, no nos referimos al (los) sentido(s) de los textos sino a cómo la literatura significa los cuerpos sociales y las epistemes epocales.
Por lo tanto, adecuar el procedimiento "científico" a nuestras investigaciones brinda una oportunidad de hacer dialogar (en la acepción bajtiniana, pero también la más corriente) la comprensión con el descubrimiento, aunque no una comprensión única ni un solo ni aislado descubrimiento, sino una cadena de ellos, o mejor, de comprensiones y descubrimientos puestos en abismo.5
Claro está, esta visión de la "ciencia literaria" radica en una ilusión: la de la posibilidad de un olvido momentáneo de que estamos produciendo un conocimiento que ha de ser sustentable en el tiempo, transferible en los espacios sociales del saber y proyectable a otros hechos similares; olvido que permite superar las características señaladas por Echeverría (1999, pp.119), fruto de reflexiones esquemáticas y limitadas. Olvido no de las múltiples motivaciones para estudiar la literatura, ni de los complejos campos conceptuales, sino de las ataduras que conlleva pertenecer a comunidades académicas cuyas políticas impregnan la adquisición de saberes, según reglas a las que hay que adherir para lograr imponer los nuevos conocimientos, a la vez que acceder a los mecanismos que permiten realizar nuevas investigaciones.6
Hacemos referencia comunidades en el término que utiliza Benedict Anderson (1993), quien dice que en la sociedad contemporánea las comunidades existen como entidades imaginarias al suspenderse el “cara a cara” propio de las relaciones interpersonales de la modernidad. Si bien hoy no se ha perdido del todo, hay formas de comunicación que llevan a tener conciencia del otro, aunque no lo conozcamos personalmente instalando una red global y cibernética de viejos conocidos: Ese imaginario del otro permite tender redes también imaginarias entre nosotros (la metáfora es de Anderson, de su estudio de la sociedad en la isla de Java). Claro que este imaginario es utópico, sobre todo porque se asienta en la base de los límites de fronteras elásticas, de una soberanía y una idea de fraternidad horizontal. Imaginario de la comunidad, problema de identidad y subjetividad, imaginario de las reglas, imaginario de lo posible y factible en el campo disciplinario.
Si las comunidades que llamamos científicas o académicas existen para el investigador particular como una entidad imaginaria e imaginada, la producción del saber se realiza en virtud de las propiedades que a ella le asignamos y entre las cuales encontramos a un verosímil cognoscitivo, regulado por la circulación de los discursos del saber que convergen en la conformación de dicha comunidad. La identidad subjetiva, la posición ocupada por él en tanto investigador acreditado, ubicado en un área de incumbencia, orienta sus redes en dirección de las corrientes legitimadas por las políticas de las entidades reguladoras (los organismos de gobierno, de ciencia y tecnología, las universidades y/u otras formas institucionales).
Hallaríamos un pluralismo, no dicho pero pensable, de propiedades específicas de cada comunidad académica, ya que por definición, no pueden ser las mismas para cada una de las perspectivas disciplinares constitutivas de un campo de investigaciones como el de la literatura.
Falta considerar la incidencia del pluralismo axiológico, ahora en relación a la idea de comunidad: en la epistemología que sostiene a los estudios sociocríticos es vital esta última noción, ya que allana el camino de acceso a las interrelaciones de todo tipo que invocan los objetos: interdiscursividad, intersubjetividad, interdisciplina. Los valores epistémicos nombrados por Echeverría (op. cit. Pp. 120) ofrecen oportunidades de coexistencia de enfoques disciplinares diferentes ya que el conocimiento del discurso es siempre verdadero y no depende necesariamente de un punto de vista que determine al objeto (Saussure): la sociocrítica trabaja en una mixtura metodológica basada en la visión de que todo aquello que manifiesta el tránsito discursivo de las semiosis epocales, en la integración ganada por la literatura a los fenómenos sociales, es verdadero antes que verosímil.7

El investigar literatura: ¿plural por necesidad?
Observadores, al mismo tiempo que observados, los investigadores de la literatura en un enfoque sociocrítico avizoran tras el objeto otros fenómenos históricos, culturales, semióticos; por lo tanto la producción de conocimientos "acerca de" es al mismo tiempo un nuevo punto de vista. Pero no determinante de los objetos ni determinista en las conclusiones, sino provocador de la producción de cambios valorativos en la adecuación entre los hechos y los lenguajes con que se manifiestan los conocimientos. El metalenguaje forma parte de estos puntos de vista, los constituye al mismo tiempo que elabora los métodos de demostración (por el lenguaje, claro está, a veces, altamente formalizado): los procesos inductivos, abductivos y las inferencias se aplican en enunciados y configuraciones cognoscitivas cada vez más amplias y más volátiles cuanto más lo son los fragmentos del discurso social en los que se opera.
Visto esto, cabe preguntarse por la factiblidad de la comprobación de los hechos, una de las condiciones propias de la cientificidad de las ciencias exactas y hasta las sociales (pueden hacerse estudios en términos de público de obras literarias, pero nunca podrá verse la lectura, por ejemplo, si no es en un anclaje en la materialidad de los textos, superficie texturada en la que pretendemos intervenir con nuestro instrumental de análisis.). Podríamos plantear un interrogante más: ¿qué de los saberes ofrecidos como resultado de estudios están dados por el objeto y qué están producidos por la mirada del investigador de los discursos?
El marco regulador que es la comunidad académica, tal como la definimos arriba, actúa como salvaguarda del verosímil de los saberes: lo que se dice acerca de la literatura, o de lo literario, o de los fenómenos literarios (un hacer crítico), a partir de un aparato conceptual imaginariamente compartido (una/s teoría/s), parecieran superar los extremos entre verdades/hechos o verosímiles/discursos, ya que la formaciones epsitémicas epocales orientan lo pensable y sus modos de explicitación.

Cierre: afirmaciones provisorias
Vale recordar una de las afirmaciones fundantes de la sociocrítica: "se dirige al texto" (Duchet, 1991, pp.43). ¿Qué sucede con lo que acabamos de plantear, habida cuenta de la necesidad de varios pluralismos en los estudios de la literatura? La noción de texto ha variado en el tiempo, provocando una historia disciplinaria conflictiva, que explicamos al comienzo. Pero esto ha sucedido en parte por cambios epistémicos que las comunidades científicas han hecho prevalecer, ahora concibiéndolo ya no como el objeto en sí, sino como el motivador de los objetos. Es decir, renovando las teorías (en especial las categorías y sus correspondientes definiciones convencionalizadas) se renuevan las propiedades del texto y así se llega al retorno a las vinculación entre el texto y su sentido social/ cultural. Esto implica involucrar otra vez, ahora en contextos de observación más amplios, sin temor a atravesar límites teóricos, las tres dimensiones que conforman al texto como un organismo: subjetividad, ideología, literatura (Malcuzynski, 1991, pp.15). La observación, la intervención y la evaluación otorgarían al programa de la sociocrítica los criterios flexibles que incidan en la conformación de una "perspectiva" de los estudios literarios capaz de indagar en sí misma en la búsqueda de la superación de las limitaciones que la propia literatura genera por definición.
En tal proyecto, el pluralismo axiológico y metodológico es una necesidad, de hecho, la sociocrítica halla su lugar en el campo disciplinario gracias a ellos, al establecer un núcleo axiológico compartido con otras perspectivas contemporáneas.

Notas:
[1] Podríamos ejemplificar con la presencia de la pragmática en la lingüística (Rorty), con el pensamiento derridiano o postestructuralista en la crítica académica y los "caminos de retorno" que fueron los aportes de los estudios literarios en categorías reconvertidas en otros ámbitos como la comunicación, el psicoanálisis, los estudios culturales anglosajones. Ante el impacto del pensamiento sobre las tecnologías, la literatura recobra sus implicancias específicas luego de un rodeo (y eclosión) de sus conceptos, útiles para pensar también otros objetos: la cultura, la política, la enseñanza, los medios masivos.
[2] Recordando la postura de Javier Echeverría, el contexto de enseñanza y de aplicación se funden, pero la innovación (sus valores) sigue siendo el aporte de los estudios literarios a las ciencias sociales en general (especialmente en comunicación social y en semiótica de los medios). El descentramiento de los objetos provocó también un descentramiento de las direcciones de enseñanza de los conocimientos científicos producidos por estudiosos del campo de las letras. La sociocrítica se caracteriza por esa expansión ya que "el decir y lo dicho" están siempre en el límite de lo que hoy consideramos "literatura".
[3] Objetividad entre comillas, ya que bajtiniannmente hablando, no podemos estar-fuera, sino estar -en el objeto que observamos.
[] "La borrosidad (le flou), la indeterminación radical del objeto resurge, de manera contradictoria, en el campo de aplicación de los métodos 'propios' de los estudios literarios, pues esos métodos no sabrían serle propios en ningún sentido riguroso." (Angenot ,1991, pp 146)
[4] Como con espejos: esta idea es de Gadamer, y tomada por Ingarden en la Escuela de Constanza, quienes estudiaron la lectura desde la hermenéutica y la fenomenologia.
[5] Que muchas veces no son "nuevos" sino ratificacicones de otros conocimientos ya producidos, pero con un prisma que puede sí ser novedoso o innovador, en acuerdo tanto con los cambios epistémicos como con los discursos académicos. Esto es, conocimientos verosímiles ya que la materia ('lo real de la literatura') no acepta una valoración de "verdad taxativa" porque lo que deviene de ella es siempre, una interpretación.
[6] No habría forma de evadir el carácter positivo de los discursos, aunque su materialidad sea evanescente e irreparable el hecho de que toda observación ha de ser relativa. El imponderable de la discursividad social es la garantía de su existencia como totalidad, por eso los valores de la "cientificidad" del estudio del discurso han de ser redefinidos a partir de un núcleo axiológico marcado por la relatividad, el fragmentarismo y el dinamismo propio de la cultura. Si no, sería cientificismo.
[7] Ya no hablaríamos sólo del objeto literatura, sino de los discursos, en permanente cambio y de la literatura como uno de ellos. También de los discursos en la literatura, con lo cual estamos tomando decisiones que atraviesan los cuerpos textuales. Allí, las valoraciones axiológicas a las cuales se ofrece resistencia son un factor de creatividad en el encuentro con fenómenos discursivos. La observación/ comprensión, en el círculo hermenéutico de la praxis investigativa, genera un metalenguaje explicativo, aunque siempre dialógico.

Resumen
Esta discusión sobre el canon literario parte de las acepciones utilizadas por la IglesiaCatólica. Estas definiciones se organizaron en tres niveles: Canon como catálogo. Canon de las escrituras/santos es analogado con el canon como catálogo de obras y/o autores considerados como auténticamente literarios y objeto privilegiado de lectura. Canon como modelo. El canon religioso como ejemplo de imitación/perfección es analogado con el canon como modelo literario. Pues el canon constituye modelos de imitación/socialización inmersos en la legitimación del poder. Canon como precepto. El derecho canónico es analogado con el canon como precepto, ya que esta selección se basa en presupuestosteóricos condicionados por la relación de los intelectuales con el estado. Así el canon literario es una selección de obras/autores que son un objeto privilegiado de lectura y que corresponden a determinadas categorías, modelos de imitación/socialización que forman parte de la legitimación del poder. La elección del canon y sus categorías se basan en presupuestos teóricos, condicionados por la relación de los intelectuales con el estado. Así mas que cuestionar sobre la canonicidad de un autor y obra en particular, se pretende problematizar sobre la noción misma de canon. El objetivode esta ponencia es discutir sobre diferentes definiciones de canon. Esta noción constituye una herramienta muy utilizada en la actualidad para abordar diversos aspectos de la literaturacomo institución social. Esta discusión parte de las acepciones de canon utilizadas por la Iglesia Católica, las cuales servirán para ejemplificar sus análogas en literatura.
1. Relevancia de la discusión de la noción de canon
Este término ha tenido múltiples y contradictorios significados, que varían desde caña en el siglo V AC hasta designar lo literario en discusiones en la literatura latinoamericana. El griego Kanwn (canon) proviene de las lenguassemitas donde originalmente significaba caña; se refería a todo aquello que se puede ajustar para enrollar o medir. A inicios del siglo V AC, significa cuerda o vara para hacer mediciones, brazo de la balanza, norma.
El ingreso de este término a las artes, ocurre en la segunda mitad del siglo V AC, cuando griego Policleto, considerado representante del llamado primer arte clásico, pone por escrito un sistemaideal de las proporciones humanas en su obra "Kanon", que ejemplifica en su escultura "Dorí foro". La utilización de este término en los estudios literarios data del siglo III AC con los cánones alejandrinos. Así este término ingresa a las artes, primero a la escultura, la arquitectura y la pintura, y luego a la literatura. Del griego pasa al latín y de esta lengua al español y a las demás lenguas europeas, además se incorpora a otras áreas del conocimiento. La actual discusión en torno al canon tiene su origen en los debates estadounidenses sobre la literatura nacional, luego, este término se incorporó a los estudios sobre la literatura latinoamericana en Estados Unidos y en la fase actual esta problemática se trasladó a América Latina y España (Pastor 1988, Rostagno 1992 y Piera 1996). Se parte así de un término cargado de "reminiscencias" semánticas productode su utilización en contextos tan diferentes como, por ejemplo, la determinación de lo cánones alejandrinos en el siglos III AC y las discusiones latinoamericanas sobre el carácterliterario de las crónicas coloniales y los testimonios. En vista de las diversas acepciones de canon y de su importancia actual en el análisis de la literatura latinoamericana, es trascendental discutir sobre su significado, lo cual posibilita definir pautas de investigación y establecer su utilidad heurística. Estas definiciones se organizaron en torno a tres niveles: Canon como catálogo de obras y/o autores. La institución literaria establece estos catálogos para ser leídos como auténticamente literarios y, por ende, objeto privilegiado de lectura/estudio. Canon como modelo. Las selecciones de obras y/o autores catalogados como canónicos "ilustran" determinadas categorías literarias y/o extra–literarias y constituyen modelos de imitación/socialización que cumplen una determinada funcióndentro de la legitimación del poder. Canon como precepto. La inclusión/exclusión en el canon literario se basa en presupuestos teóricos condicionados por la relación de los intelectuales con el estado. Por otro lado, se retoman varias de las acepciones de canon de la Iglesia Católica para ejemplificar sus análogas en arte y en literatura: Canon de las escrituras y de los santos es analogado con el canon como catálogo de obras y/o autores. Canon como la regla de fe (ejemplo de imitación/perfección) es analogado con el canon como modelo literario. El derecho canónico es analogado con el canon como precepto.
1. Canon como catálogo de libros y/o autores
2. En primer lugar, de acuerdo con la Real Academia (1994: 258) canon se refiere a los libros sagrados de la Iglesia Católica, en contraposición con los apócrifos. La mayor parte de los estudios consideran que la acepción de canon como Sagradas Escrituras data de Orígenes (aprox. 185– 255) , pero algunos opinan que se debe a Anfiloquio (siglo IV). Aunque antes de la utilización de este término ya existía un listado de libros aceptados. La distinción entre libros canónicos y apócrifos se origina en el siglo IV por influencia de San Agustín (354–430) y se debateen varios concilios regionales. Pero, la fijación del canon del Nuevo Testamento fue un procesogradual y contradictorio. Aunque desde el siglo IV se fija este catálogo, este fue oficialmente adoptado como tal hasta el Concilio Ecuménico de Trento (1546), luego de redefiniciones del canon por la Reforma Protestante. En segundo lugar, el santoral es un listado de los "canonizados", cuyo culto está autorizado por la Iglesia. La canonización es la inscripción de una persona en el catálogo de los santos (tabla llamada también canon). En los primeros siglos, la canonización era de facto, por la acciónde los fieles que veneraban. En los siglos posteriores, el culto a los santos es sancionado por los obispos. A partir del siglo X, los obispos y príncipes comenzaron a recurrir al Papado. El más antiguo decreto papal conocido de canonización data de 993. En 1170, Alejandro III, más conocido como Alejandro Borgia, estableció que la canonización era competenciaexclusiva del papa. Esta sentencia es secundada por Urbano VIII, en 1625 y 1634, quien determina que la canonización está reservada al papa, en la cual tiene infabilidad. Por otro lado, un primer acercamiento a la noción literaria de canon es el listado de obras aceptadas como genuinas o de reconocida autoría: "el listado aceptado de libros de un autor". Por ejemplo "Macbeth" ha estado fuera del canon de Shakespeare debido a la poca evidencia de su autoría. Se muestra un paralelismo las definiciones de libros canónicos en religióny en literatura, en ambos casos su autoría divina o humana (masculina) está reconocida por instituciones legitimadas. Pero, la mayor parte de los diccionariosde literatura definen canon como catálogo de obras y/o autores, que son considerados ejemplares, maestros, inmortales, genuinos, consagrados, buenos, auténticos, autorizados o clásicos. Este catálogo no es un simple listado, sino una selección; de entre "lo literario" se selecciona lo que es "más literario". Los autores incluidos en el canon eran conocidos en griego como hoi enkrithentes (los elegidos) y en latín como classici(los de primera clase). Existe una relación analógica entre el canon religioso y el literario: en ambos una institución designa determinados libros y/o personas como canónicos (legitimados) y excluye otros catalogándolos como apócrifos (no–legitimados). A través de los siglos se produce un proceso de institucionalización, en el cual las altas autoridades eclesiásticas, sin participación de los fieles, deciden que es lo canónico. Este proceso de institucionalización y concentración en la elaboración del sentido se da también en la literatura, con el surgimiento de autoridades que establecen cuáles obras y/o autores se incluyen/excluyen del canon; estas autoridades realizan labores primeramente en bibliotecas, luego en universidades y, en general, el aparato escolar, y otras instancias como editoriales. Los cánones de autores más célebres son los llamados cánones alejandrinos que son listas selectas de escritores griegos hechas en Alejandría en el S. III AC. Años más tarde el escritor latino Volvacio o Volcasio Sedigito elaboró un canon de los poetas latinos. También se utiliza este término para nombrar la selección de autores reconocidos como ejemplares en la pedagogíamedieval. Modernamente los cánones de autores han sido sustituidos por los cánones de obras. En todos los países, por diferentes escritores, han sido publicadas listas con las llamadas "cien mejores obras de la literatura universal. El canon no debe confundirse con los indîcis o laterculi, debido a que a que este no es un simple índice o listado o sino una selección, por lo tanto incluye solo a los autores considerados como "clásicos". Esta diferenciación medieval entre indîcis o laterculi y canon, ha sido reelaborada en las últimas décadas bajo las denominaciones de corpus y canon. El canon, a diferencia del corpus, no sólo no abarca la totalidad de los textos producidos, sino que intencionalmente excluye determinados textos, se privilegia tan sólo un porción de los existentes, que representan "la estética y el gusto de quienes regulan las prácticas discursivas" (Verdesio 1993: 257). En resumen, la institución literaria establece cuáles son las obras y/o autores canónicos (clásicos, auténticos, ejemplares, maestros, inmortales, consagrados) y cuales son apócrifos (sub–literatura, literatura light, popular, de consumo, periférica, de difusión masiva, infra–literatura, para–literatura, o simplemente no literatura). Por lo tanto, el canon como catálogo se define como el conjunto de obras y/o autores autorizados por la institución literaria para ser leídos como auténticamente literarios, lo cual los convierte en objeto privilegiado y reiterado de lectura y estudio.
Las Sagradas Escrituras fueron consideradas desde el principio como canon, en el sentido de regla de fe y de vida para los cristianos. Esta acepción es utilizada en varios pasajes del Nuevo Testamento y por los primeros padres. Por otro lado, una de las principales funciones pastorales de los santos es la proposición de un ideal, pues la Iglesia adoctrina a los fieles para alcanzar la más pura existencia cristiana, proponiéndoles ejemplos más concretos. En resumen, todo libro canónico/santo canonizado pasa a ser objeto de culto, que debe imitarse y es medida/ejemplo de perfección. En analogía, toda obra canónica/autor canonizado es objeto de lectura/estudio, pues se considerada como representante del modelo de lo literario. Lo anterior en concordancia con la acepción del Diccionario de la Lengua Española (1994: 258) que define el canon como: "Regla de las proporciones de la figura humana...". Esta acepción está más cercana a su original griego "kanwn", que significa medida o regla, y al sentido introducido, en el siglo V AC, por Policleto de canon como sistema de proporciones. Así en la antigüedad greco–romana, canon era la regla o sistema que determinaba las proporciones de la figura humana en escultura, arquitectura y pintura, partiendo de una medida básica llamada módulo, medida que ha cambiado con el tiempo.
En el campo de la literatura, desde la Antigüedad se empleaba un único canon literario que solo incluía a los "textos clásicos", pero en el siglo XIX con la desintegración la episteme neo–clásica, el canon evoluciona a representaciones más concretas. El canon literario clásico se des–integra en cánones particulares que representan, entre otros, a la cultura nacional. En Latinoaméricase han delimitado variados cánones literarios, producto del empleo de diversos módulos o categorías. Así las obras y/o autores canonizados no se consideran como modelo de lo literario en general, sino que se especifica que representan determinadas categorías literarias (periodización, movimiento, géneroliterario y otros) y/o extra–literarias (lo hispánico, lo latinoamericano, lo nacional, lo indígena, lo popular, género, época y otros). La escogencia de estas categorías, que sirven de base para la constituciónde lo canónico, está condicionado por la función social de la literatura en la formación social particular; pues estas categorías implican la construcción de modelos de imitación/socialización, que se legitiman y difunden principalmente en el aparato escolar. Varios investigadores enfatizan en la importancia del discurso sobre lo nacional en la determinación de lo canónico; por ejemplo, Guillermo Mariaca (1993: 11) establece que el canon literario es un "discurso sobre la formación, composición y definición de la nación". Pero la construcción del canon nacional implica no solo un proceso de selección sino un proceso de discriminación; al respecto Raúl Anteno (1997: 73) considera la historia literaria remite, por un lado, a las retóricas canónicas nacionales vistas como operaciones de unificación pero, por otro, trabajan con las retóricas anti–canónicas, por tanto son instancias de discriminación. Recapitulando, de acuerdo con este segundo nivel, las selecciones de obras y/o autores catalogados como canónicos "ilustran" determinadas categorías literarias y/o extra–literarias; estas categorías constituyen modelos de imitación/socialización que cumplen una determinada función dentro de la legitimación del poder.
3. Canon como modelo
La canonicidad de obras/libros y personas/santos son producto de decisiones "infalibles" emanadas de una autoridadcentral, estas disposiciones se basan en preceptos. Con respecto a los libros canónicos, de acuerdo con la Iglesia "No son los libros los que dan la regla, sino que es la regla la que ha permitido incluirlos en el canon. Si son libros canónicos es únicamente porque se han puesto en el Canon ...Sólo la autoridad pública, infalible y universal de la Iglesia puede inscribir un libro en el canon" (Diccionario del Hogar Católico, 1962: 177). Por otro lado, la canonización es competencia exclusiva del papa, sobre la cual posee infabilidad. Existen investigaciones que muestran que estas decisiones intervienen diversos aspectos; por ejemplo, estudios sobre el santoral y las estructurassociales prueban que un 78% de los santos pertenecían a la clase alta, 17% a la media y solo un 5% a la clase baja. Además de lo relacionado con las normas que fundamentan la canonicidad de libros y de santos, y que están por encima de cualquier canonicidad particular, el término canon adquiere en la Iglesia Católica la acepción de decisión de la autoridad eclesiástica, principalmente de un concilio. Esta acepción de canon como norma data del siglo I. Así canon es equiparable al término derecho canónico: "conjunto de reglas establecidas por la Iglesia para el gobierno de la sociedad de fieles" (Diccionario del hogar católico, 1962: 324). Durante los primeros siglos de cristianismo cada comunidad tenía sus propias reglas, pero las diferencias se unificaron paulatinamente. En Oriente se comienzan a compilar estos decretos desde el siglo IV, en Occidente las primeras compilaciones datan del siglo VIII. La primera sistematización de estos decretos es realizada en el siglo XII. Este proceso de centralización se reforzó en la Contrarreforma con el Concilio de Trento (1545–1563). En 1917, Benedicto XV promulgó una nueva sistematización que fue sustituida, en 1983, por disposición de Juan Pablo II. En concordancia con este significado, en las artes canon es un "Término genérico con el que se suelen conocer el conjunto de normas que regulan la proporción y simetrías en las especialidades arquitectónica y escultórica" (Diccionario monográfico de las bellas artes, 1979: 76). Así, por encima de las discusiones sobre la inclusión/exclusión de las obras y/o autores particulares en el canon y el establecimiento de categorías, está la determinación de las preceptos, pautas de juicio o criterios que sustentan el sistema de canonicidad (Thrall y Addison, 1936: 36). Como pregunta Guillermo Mariaca (1993: 6): "¿Acaso todo canon no es resultado de la arbitrariedad de la institución dictaminadora y de la política predominante?". En las instituciones académicas, la (no)utilización de estos estos preceptos o presupuestos teóricos está determinada por factores contextuales, entre los que sobresalen las políticas culturales del estado. En resumen, el canon como precepto implica el establecimiento de preceptos sobre los cuales se basa la inclusión/exclusión en el canon literario, los cuales están condicionados por la relación de los intelectuales con el estado.
4. Canon como precepto
5. Descanonizando el canon
El análisis del carácter histórico y diverso del término canon permite discutir sobre pautas para operacionalizarlo en categorías de análisis y dislumbrar una diversidad de cánones a partir del estudio de diversas aspectos de la institución literaria. Además esta discusión sobre el canon posibilita sobrepasar la discusión sobre cánones particulares, para cuestionar qué es lo canónico. Así mas que apoyarse en términos/ teorías consideradas irrefutables, se pretende poner en duda la existencia misma del canon, problematizando no sobre la canonicidad de un autor y obra en particular, sino sobre la noción misma de canon.
Bibliografía citada
Anteno, R (1997). La lógica del contra–canon y el axioma de credibilidad. Estudios: Revistade investigación literaria, 5(9), 73– 90. Mariaca Iturri, G (1993). El canon de la modernidad: Ángel Rama. Casa de las Américas, 192, 5–13. Pastor, B (1988). Polémicas en torno al canon: Implicaciones filosóficas, pedagógicas y políticas. Casa de las Américas, 171: 78-87. Piera, C (1996). Ausencias del canon. Revista de Occidente, 181, 89–98. Rostagno Eytel, I (1992). Gestación y revisión canónica: El caso de la literatura norteamericana. Revista chilena de literatura, 32, 135–142. Verdesio, G (1993). Una ausencia en el canon: Los estudios coloniales sobre el Uruguayen el marco de la historiografía literaria uruguaya y los estudios coloniales latinoamericanos. Revista Iberoamérica, 61(170–171), 249–268. Thrall, W y Addison, H (1936). An handbook of literature. New York: The Odyssey Press. Diccionario del hogar católico. Barcelona,: Editorial Juventud, 1962. Diccionario monográfico de bellas artes. Barcelona: Bibliograf, 1979. Diccionarios Riodero: Literatura 7. Madrid: Ediciones Riodero, 1977. Real Academia de la Lengua Española (1994). Diccionario de la lengua española. Barcelona: Espasa -Galpe.

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